Vi entonces la suma
de todos los miedos
que la Humanidad recibió
como la forma de piedad
de la resurrección
de aquel impío
y como el milagro del dios
que absolvía su conciencia
en un oráculo de ignorancia
con un sacerdote
al que desde mucho antes
llamaban padre.
No hubo pues, en todo esto
ni rituales que no supieran
ni seres extraños que no
conocieran.
Antes bien lo que ya conocían
se ofrendó en un crisol
que fusionó las conciencias
del remanente de la Humanidad.
Y el producto de su alquimia
y de su filosofía
fue para todos ellos
algo nuevo y bueno
que desde su mismo
origen buscaron...
en la muerte de Abel,
en la casa de Faraón,
en la Torre de Babel
y en la derrota de Dios
en una cruz que se convirtió
en una victoria
símbolo de
un Juicio que empieza
el mismo día en
el que se manifiesta
el hombre de pecado,
y el hijo de perdición.
Vi además su nombre
que era el número
de la perdición
de su exaltación
por ser en si mismo
completo y adorado.
Y si hombre es el nombre...
6 su número lleno de error.
El hombre exaltado
a sí mismo
es un error superlativo...
es un:
hombre, hombre, hombre...
cuyo número es 666.
Publicado en Facebook el domingo 1 de Febrero de 2015, a las 2:03 h.